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Voces entrelazadas

Perspectivasdel diálogo social para la incidencia en Colombia

Voces entrelazadas recoge los testimonios de ocho personas que han estado relacionadas con los procesos de diálogo social desde una postura pastoral, comunitaria y/o académica. Estas son voces de algunos de los múltiples esfuerzos que, en el marco de las movilizaciones sociales del 2021, se han venido creando, visibilizando y fortaleciendo en distintos territorios del país. 

La misma naturaleza de los procesos asamblearios, comunitarios y juveniles hacen que este sea un texto que está en permanente construcción, pues si algo logramos comprender con las experiencias compartidas de los distintos autores es que, en la medida en que se va caminando por los senderos del diálogo, llegan nuevos retos, oportunidades y aprendizajes para interiorizar y exteriorizar.

No es casualidad que este libro digital esté narrado en primera persona, pues es por medio de vivencias que, como humanos, le damos rostro y nos sensibilizamos con los grandes esfuerzos de actores sociales que han puesto su alma para contribuir en caminos pacíficos para la resolución de conflictos.  

Damos infinitas gracias a Rosa Inés Floriano, Patricia Tinoco, Laura Reinosa, Ingrid Cuervo, Alejandra Martínez, Yesid Idrobo, Jhonatan Mueses y William Aguilera por compartirnos sus valiosas miradas que permiten comprender y aterrizar la realidad de los movimientos sociales en Colombia. 

Agradecemos, también, al proyecto Diálogo Social del Secretariado Nacional de Pastoral Social-Cáritas Colombiana; así como la colaboración y apoyo de: la Conferencia Episcopal de Colombia, Cáritas Noruega, Cáritas Alemania, SCIAF, Cáritas Francia y Cáritas Española. Y, por supuesto, a todo el equipo de colaboradores y profesionales que han hecho de Entrelazando Palabras una realidad.

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Rosa Inés Floriano

Animadora Institucional del Secretariado Nacional de Pastoral Social
- Cáritas Colombiana (SNPS-CC)- 2021.

Realmente, por mi labor en SNPS-CC no ha estado directamente acompañada con experiencias de diálogo comunitario puntuales, más bien, mi rol ha sido diseñar la estrategia de respuesta institucional a la crisis generada por el estallido social. De allí surgen las iniciativas de diálogo social que con el paso del tiempo han venido surgiendo. 


En el pasado, en calidad de garante o facilitadora, he acompañado experiencias de diálogo social en contextos de crisis como los paros del 2016 en territorios como Huila, Caquetá y Tolima. En estos espacios, se lograron establecer mesas regionales de diálogo mediante la estructuración de agendas de peticiones; en aquel año, las demandas estaban en torno al agro y la inversión rural. Ya desde entonces se veía una creciente participación de jóvenes en los puntos de bloqueo y concentración. 


También, en las Mingas Nacionales de 2016 y 2018 fui garante junto con Alessandri Pretti, jefe de la Oficina de Reincorporación de la misión de la ONU en Colombia. En esta experiencia buscábamos establecer los pliegos de garantías y las agendas de diálogos con delegaciones de Gobierno Nacional en Caloto y Corinto, municipios del Cauca. Allí, encontramos demandas y reclamaciones que alegan los pueblos indígenas hacia el Estado, fundamentalmente, en temas de aplicación de los derechos reconocidos desde la Constitución Política del 91 y el componente étnico de los Acuerdos de Paz. 


En el actual estallido social, mi rol ha consistido en brindar condiciones y respaldo institucional a las iniciativas de corte popular como ¡A Movilizar la Palabra! El respaldo de redes como: Fundación Redprodepaz, Justapaz, Vamos por la Paz, Sistema de Iniciativas de Paz en Colombia y Fedemedios; fue gestión de mi parte para darle respaldo a esta iniciativa de diálogo plenamente de origen popular, que, a mi parecer, es lo excepcional de esta iniciativa en relación con todas las demás. 


Este proceso me puso en contacto con procesos de Cali, Medellín, Bucaramanga, Tolima, entre otros.  La particularidad de este estallido social del 2021 se centra en la crisis de legitimidad de las instituciones y la crisis de representatividad, por lo que hace de este contexto uno completamente distinto a los procesos de movilización y diálogo social de otros años. A mi criterio, representa un hito histórico en la democracia colombiana por su gran diversidad, pluralismo y, por eso mismo, su complejidad.

Los principales retos que he encontrado para generar los procesos de diálogo social a nivel nacional son: 

  • Construir confianza y legitimar nuestra intervención con una población históricamente no abordada desde procesos Pastorales. El estallido social puso en evidencia la poca conexión que como Iglesia y procesos pastorales tenemos con un enorme grueso de la población juvenil y, en palabras del Papa Francisco, nos confronta e interpela a seguir en salida misionera trabajando con las periferias existenciales donde la Iglesia no es ni reconocida ni una presencia legitimada en varios sectores movilizados. 
  • Trascender de las narrativas sobre el diálogo social como imposición para comprenderlo como un camino práctico. Esto es un verdadero reto pastoral para la Iglesia en todos los territorios. 
  • La voluntad de generar espacios con diversidad de actores sociales para caminar hacia el encuentro con el otro, con aquellos que se ha considerado como adversarios. Se busca que sean espacios con la apertura para escuchar al nivel de conciencia y permitirse construir algo nuevo. 

    Las principales oportunidades que he encontrado para generar los procesos de diálogo social son: 



  • Esta crisis muestra la importancia de la acción de la Iglesia en Colombia; en tanto que abre una infinita gama de oportunidades para incursionar en procesos de alto impacto en las grandes ciudades y centros urbanos, donde nuestra presencia social no ha sido tan fuerte ni reconocida porque ha estado más marcada por respuesta asistencial a población vulnerable. Este momento nos abre la puerta para emprender procesos de transformación desde centros urbanos donde surgen muchas fuerzas significativas y decisivas en la realidad nacional.  
  • También, una oportunidad para la sociedad civil colombiana, pues quedó en evidencia su enorme desconexión con la realidad urbana y con los movimientos populares. Esto, es una oportunidad para construir y consolidar una infraestructura social para fortalecer gobernanza, capacidad de incidencia y una verdadera primavera de la democracia en el país. 
  • Para los actores juveniles que se movilizaron y se vienen manifestando, incluso, quienes persisten y resisten en algunos lugares de protesta. ¡Ha sido una oportunidad para dar un giro a la historia, donde no sea la violencia y la represión quienes tengan la última palabra!


¿Cómo se genera un óptimo diálogo para la amistad social?


No hay recetas, todo proceso de diálogo es distinto y este es el principal y mayor aprendizaje para todos quienes nos embarcamos en esta aventura. Cada proceso es completamente distinto porque está envuelto de realidades diversas, actores diversos, sentimientos diversos y necesidades diversas. 

Por eso, voy comprendiendo que, como una brújula, hay cuatro elementos que sirven de puntos cardinales para orientar cualquier proceso de diálogo para la amistad social. Estos los hemos tomado de nuestro enfoque de transformación social de conflictos:  


  • La centralidad de las relaciones: Un elemento fundamental para poder tender puentes, es la necesaria habilidad para leer el contexto desde la perspectiva relacional, reconocer a todas las partes como un todo en relación. Nuestra presencia (intervención), solo tiene sentido al incidir en la transformación positiva de dichas relaciones. 

    Este nicho es fundamental porque entonces el diálogo entendido y asumido como proceso no es un fin en sí mismo, sino un camino, a través del cual podremos ir construyendo nuevas realidades basadas en la comunicación, la creación de confianza y la capacidad de encontrar elementos superiores que nos permitan construir en medio de las diferencias, aunque parezcan irreconciliables. 


  • La curiosidad paradójica: Nuestra presencia debe tener un alto nivel de “pureza de intención”, pues no se trata de tomar partido por una orilla, sino de recorrer todas las orillas para sentar las bases y tender puentes. Eso nos exige liberarnos de la condición que imponen los prejuicios, los estigmas y señalamientos que proliferan en contextos de polarización y conflictividad. 

    Ir a cada orilla sin prejuicio nos permite reconocer cada actor, conocer su ser, su persona, su dignidad y, desde allí, brindar en el trato, en el plano de lo meramente humano, algo fundamental que es la fraternidad

    No conozco en ninguna de mis experiencias que alguien (persona o actor) 
    -independientemente del grado de hostilidad en el que esté- no tenga la capacidad de responder como humano ante un trato dignamente humano. 

  • La voluntad de arriesgar: La voluntad de arriesgar es algo que requiere tanto quien facilita el proceso de diálogo como quienes participan de él. No es fácil, pero es algo que va brotando cuando nuestra presencia se vuelve profética, es decir, que les ayuda a elevar su visión estancada, viendo más allá del caos, de la crisis, donde no somos más antagónicos, sino que somos diversos y construimos juntos un bienestar para todas las partes.

    Solo eso hace que prescindamos de la seguridad que nos brindan nuestras ideas radicales y tengamos la capacidad de ponernos en movimiento hacia otros, sin temor y sin hostilidad.  

  • Espacio para el acto creativo: Finalmente, tal como lo indica en Fratelli Tutti el Papa Francisco, algo que he constatado en toda mi experiencia pastoral, en procesos de diálogo social, es que se requiere de mucha creatividad. No podemos llegar con guiones formateados, se trata de tener la capacidad de dejar emerger la creatividad que todos tenemos ante momentos particularmente vitales que se experimentan en todos los procesos. 

    Algo así como lo que John Paul Lederach, llama “la imaginación moral”, refiriéndose a todos aquellos momentos que, si sabemos reconocer y capitalizar creativamente, tienen el poder de cambiar el curso de la historia por toda la vida que nace de este tipo de contextos.

    Por eso, recursos como la cultura, la música y el deporte son estrategias que animan mucho esa creatividad si se saben “intencionar”, para que permitan construir lugares comunes de encuentro, de construcción conjunta y de camino colectivo. 



El diálogo como herramienta de incidencia 


Desde mi experiencia, es una herramienta de incidencia muy fecunda porque logra participación real de quienes claman ser escuchados sin la intermediación de estructuras que luego no logran representar todos los pedidos de quienes plantean sus demandas. 

Por otra parte, abre la oportunidad para que las instituciones se abran a la escucha y construcción de soluciones directamente concertadas con sus dolientes, es decir, aquellos que se afectan positiva o negativamente de las decisiones de las instituciones. 

Entonces, del lado de la sociedad genera empoderamiento y una relación más sólida de gobernanza; y del lado de las instituciones y tomadores de decisiones, una oportunidad de hacer gobernabilidad responsable. 

La Iglesia como madre, en el corazón de su misión evangelizadora, tiene la tarea pacificadora de procurar la paz y la justicia entre los pueblos y las comunidades con sus estructuras. 


No se trata de un añadido al trabajo pastoral; diálogo social está en el sentido del mismo, en la misión que debe ser interpretada por los procesos pastorales en todas sus dimensiones y con todas las poblaciones. Es algo que no puede asumirse como tarea exclusiva de la pastoral social. Es de toda la Iglesia, por lo que sería una práctica concreta de la propuesta de sinodalidad que nos está planteando el Papa Francisco; se trata de caminar juntos entre las diversas estructuras eclesiales y sociales por un gran proceso de diálogo social en Colombia.


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Patricia Tinoco

Especialista de proyecto Promopaz del Secretariado Nacional de Pastoral Social- Cáritas Colombiana (SNPS-CC) - 2021.
Expresiones válidas de indignación, abordajes pacíficos para la superación

La movilización social en Colombia, que se expresa masiva y mediáticamente desde finales del año 2019 -con interrupción por la pandemia en 2020- y durante los meses de abril a junio de 2021, tiene profundas raíces en debilidades estructurales en el país. Es decir, la expresión del síntoma viene a evidenciar la enfermedad cuando ésta ya ha hecho metástasis en diferentes niveles y sectores. Desafortunadamente, estas problemáticas impactan cada vez más al conjunto de la población todos, razón por la que los procesos de movilización ganando respaldo popular, social y mediático.

Desde hace varios años, la gente se está movilizando no sólo en Colombia, sino en toda Latinoamérica, tal como ha ocurrido en Chile y Argentina, con resultados nefastos que expresan la crisis de gobernabilidad, legitimidad y transparencia de los gobiernos de turnos; y aún más lamentables son las consecuencias que se materializan en pérdidas de vidas humanas y no humanas, así como en mutilaciones, abusos sexuales, violencia, abuso policial, violencia social hacia la institucionalidad, entre otras. 

Lo anterior es el caos que explota por causas estructurales, repito, de evidentes fallas del sistema de gobernabilidad y gobernanza de nuestros pueblos; se trata de la acumulación de las desigualdades, la negligencia estatal a las demandas legítimas de pobres, campesinos, campesinas, indígenas, afrodescendientes, firmantes de la paz. 

Esta población busca, fundamentalmente, disminuir las brechas sociales que dan acceso a servicios básicos (comida, agua, servicios sanitarios. salud y educación) y, también, que permiten mayor diversidad en la participación política. Asimismo, pretende dar respuesta a uno de los temas que más indignación causa, que es la corrupción pública y privada, que se pavonea sin justicia alguna.

La movilización es una expresión válida de la sociedad, cuyo trámite no ha sido acertado desde el Gobierno, pues de manera negligente la ha estigmatizado, perdiendo la oportunidad de dar lugar a esa expresión y, desde allí, construir colectivamente caminos de superación. El gesto de la escucha honesta hubiera contribuido proactivamente en el fortalecimiento de la unidad, en lugar de dar la espalda al clamor del pueblo.


Claves para la lectura

Un punto clave y necesario para comprender y analizar la expresión social es tener la mirada en el territorio en que se gesta, y que puede ser local con incidencia nacional, o nacional en general (esta es una lectura sencilla y, sin duda, puede ser extensiva a más contextos). 

La expresión social tiene el ánimo y/o ímpetu de vincularse con expresiones de otros grupos sociales o contextos que manifiestan, también, su indignación, rabia e impotencia, entonces, por supuesto, es contagiosa. Esto evidencia que lo que nos une no es sólo el fútbol -como los medios de comunicación tradicionales aseguran-, sino también las carencias y brechas sociales. El estallido social ha demostrado que es posible estar unidos para enfrentar las injusticias.

Otro de los ángulos para el análisis es la lupa de lo urbano y lo rural, un escenario que empieza a generar también empatía entre más sectores, y que históricamente ha dejado lo rural como el problema de “alguien más” para los citadinos. El punto es que, por fin, empezamos como sociedad a darnos cuenta de la simbiosis que realmente existe entre los dos escenarios, la mutua dependencia en términos de recursos (ambientales y alimentarios) y la reciprocidad social.

Las demandas estrictamente locales incluyen temas muy específicos para un grupo, colectivo o zona que se ve afectado por un tema y quiere reivindicar sus derechos. Un ejemplo de esto son los colectivos de bici-taxis del sector urbano, que transportan ciudadanos desde un punto del sistema masivo de transporte hasta sus barrios ubicados en zonas periféricas, y cuya regulación aún no es clara. Y desde el ámbito rural, un claro ejemplo es la demanda de comunidades rurales, campesinas, étnicas y firmantes de paz por un cumplimiento del acuerdo de paz, específicamente, frente a la sustitución de cultivos de uso ilícito. 

Un ejemplo de las demandas que son locales y que se unen a expresiones nacionales es el caso de los estudiantes que exigen más cupos universitarios y mejor calidad en el servicio educativo en ciudades capitales como Bogotá, Cali o Medellín. Ellos expresan el sentir de muchas regiones y de jóvenes de ciudades intermedias, como en el departamento del Chocó, donde el acceso a la educación superior depende de los cupos de esas ciudades principales. Lo ideal sería que se tuviera educación superior y de calidad en ese territorio y con el enfoque étnico que potencie lo que existe allí, con su propia visión.

Otras demandas son nacionales en general, como fue el caso del “florero de Llorente” que catapultó la movilización en 2021.Se trató de la propuesta de reforma tributaria en la que los colombianos, muy especialmente “los de a pie” o con ingresos considerados como la clase media -pero que realmente son irrisorios-, terminaban sosteniendo una economía ya malsana por efectos de la corrupción y de beneficios a grandes empresarios y banqueros, que cada vez ganan más.


Aportes para la transformación

En este complejo escenario, la Iglesia Católica y su pastoral social han buscado aportar en la cultura del diálogo social y fraterno; enfatizando en que el conflicto es natural a las relaciones humanas - según la teoría de la construcción de paz-, y, por ende, no buscamos que no existan conflictos, sino que el trámite de esos conflictos se realice por vías no violentas.Entonces, el diálogo se vuelve la herramienta perfecta para el sano abordaje de los mismos.

Basados en el mensaje papal desde la encíclica Fratelli Tutti, que nos invita al diálogo como camino y al conocimiento recíproco como método y como criterio, nos impulsamos a creer que es posible generar espacios seguros y respetuosos en los que prime la dignidad humana, el reconocimiento del valor intrínseco que todos y todas tenemos como hijos de Dios, como herramienta para expresar abiertamente los malestares y los puntos de vista para la superación de los mismos, sin que la gente pierda su integridad -física y/o mental- y hasta la vida misma por expresarse.

Como colombianos, el primer paso será reconocer nuestra incapacidad colectiva para enfrentar las dificultades que venimos cargando de tiempo atrás. Entonces, se requiere valentía -como nos invita el Santo Padre- para ver el pasado en clave de análisis y construcción, pero con la mirada puesta adelante, para construir el futuro que deseamos. No será posible sanar si la herida es profunda y sigue abierta, hay que curarla desde adentro con el reconocimiento de los dolores e inequidades profundas, pero que sienta las bases serias de la transformación. 

Este primer paso es fundamental. Se construirá a través de la palabra, de poder expresar y respetar dicha expresión social, siempre que sea pacífica, creativa y constructiva; y de encontrar en ella el valor que tiene para tantos grupos y como colectivo de nación. 

Los pasos siguientes serán determinados por el paso inicial, las partes encontrarán su propia ruta, para lo cual cito textualmente: Hacen falta valentía y generosidad en orden a establecer libremente determinados objetivos comunes y asegurar el cumplimiento en todo el mundo de algunas normas básicas. Para que esto sea realmente útil, se debe sostener «la exigencia de mantener los acuerdos suscritos pacta sunt servanda», de manera que se evite «la tentación de apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho» (FT, 174).



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Laura Reinosa

Especialista del proyecto Diálogo Social del Secretariado Nacional de Pastoral Social- Cáritas Colombiana (SNPS-CC)- 2021.

Más que una herramienta, el diálogo es un valor cultural, es una capacidad desarrollada por la sociedad, que dialoga por convicción, más allá de cortapisas legales y meras formalidades.

Ese diálogo ciudadano, civilista, es un modo de comportamiento que pone a andar las decisiones. El diálogo social es ante todo un diálogo político. 

Somos seres extremadamente sensibles a la falta de contacto con nuestros congéneres. Al fin y al cabo, hemos evolucionado como criaturas sociales, en permanente interacción. Todos nuestros circuitos mentales están configurados para convivir y cooperar.  Por motivo de la pandemia, los seres humanos nos hemos desconectado y el encuentro con el otro se convirtió en riesgo y peligro. Esto ha afectado, en especial, a los jóvenes y adolescentes, ya que la interacción con los compañeros es un aspecto vital de su desarrollo social.  

El dialogo social -en este momento histórico- constituye una excelente manera de recobrar las relaciones, volver a mirarnos a los ojos para entrelazar palabras y darles nuevos sentidos a los contextos. 

Oportunidades al generar procesos del diálogo social: 

  • Las crisis sucesivas han producido la toma de conciencia en la población, en especial en la juventud, sobre la necesidad de utilizar el diálogo social como herramienta de cambio. Indudablemente, ha alcanzado el grado -en la conciencia colectiva- de ser inherente a la persona humana y, por ende, se ha convertido en un derecho humano. El diálogo social ha ido transitando por un proceso de maduración en la conciencia de las personas que ha llevado, hoy en día, a que se considere su aplicación como absolutamente necesaria y altamente positiva.
  • El diálogo social se encuentra implícito dentro del concepto de participación. En sentido amplio, permite dar voz a los diferentes actores de una comunidad en las decisiones que le atañen, salir de la indiferencia egoísta y ponerse en modo de comunidad.  
  • Es una alternativa -más que válida- para solucionar muchos problemas de la sociedad, un medio de entendimiento que busca lograr acuerdos entre los actores sociales, canalizando el conflicto y también reconociéndolo, al tiempo que reconoce las diferencias de intereses de los distintos grupos sociales.
  • El diálogo social permite la construcción colectiva de consensos con la participación de diferentes actores; y los procesos que resulten exitosos pueden aportar a la solución de importantes temas económicos y sociales, alentar el buen gobierno, mejorar la paz, la estabilidad social y laboral, e impulsar el progreso económico.


Retos: 

  • Sensibilización de los medios de comunicación para que faciliten el desarrollo de una cultura de diálogo, garanticen la difusión veraz de la información y permitan el acceso a los medios de los diferentes actores. 
  • Institucionalizar los procesos de diálogo social mediante leyes y normas que faciliten y estimulen mecanismos más permanentes de diálogo y participación ciudadana.   Inclusive, estos procesos de diálogo deben ser complementarios al mecanismo de formulación de las leyes y deberían facilitar el encuentro entre los distintos actores.  
  • Potenciar el deseo y la voluntad de la gente para participar. 
  • Establecer alianzas y redes para hacer más eficaces los apoyos en los procesos de diálogo.
    Puede ser una manera de formular políticas públicas de forma colaborativa entre los diferentes actores, logrando así un amplio consenso para llevar a cabo programas de cambio y desarrollo social.  
  • Apoyar a las entidades relevantes de la sociedad civil y gubernamentales para mejorar su capacidad de diálogo social y su capacidad de gestión social.

 

El diálogo como herramienta de incidencia 

Sin duda, el dialogo es la alternativa que ayuda a descubrir caminos, a derribar muros, a establecer relaciones, a comprender los puntos de vista del otro, a descubrir lo que es común y nos une, y a aceptar las diferencias. Cuando el ser humano dialoga, recupera su naturaleza, su esencia, y siente no sólo armonía interior, sino empatía y esperanza. Esto permite establecer una relación de reciprocidad donde puede dar y recibir. El diálogo se convierte en alimento para el alma porque todos los seres humanos tenemos hambre de ser reconocidos, de ser amados. 

Desde la relación más sencilla de amigos hasta las relaciones familiares y de comunidad, el diálogo construye identidad y, a la vez, genera unidad, vínculos y, sobre todo, permite que cada situación sea analizada desde diferentes puntos de vista aprovechando la singularidad de cada uno. Asimismo, permite descubrir alternativas juntos, crear consensos, aprendiendo unos de otros, y, además, esta vivencia de trabajo en equipo permite disfrutar de una experiencia placentera y productiva. ¿Cómo generar un óptimo diálogo para la amistad social?

Un principio fundamental sería vivir este principio: “ni más que tú ni menos que tú”. Es entre iguales donde se puede valorar la palabra del otro y, a la vez, exige dar y recibir, sabiendo que todos pueden aportar desde su experiencia, su conocimiento, pero al mismo tiempo, todos son necesitados de aprender del otro; ninguno puede mostrarse autosuficiente porque su arrogancia divide. Por el contrario, la actitud de humildad permite estar abiertos a nuevas ideas, a nuevos significados.

Liberar las tensiones de los ambientes de diálogo significa ayudar a propiciar espacios seguros donde se puede ser original y se puede expresar en libertad.    

Un óptimo espacio se genera dando lugar a una participación democrática, donde todos se sientan escuchados y respetados, y, a la vez, garantizando que los aportes se registren de forma organizada y completa, brindando confidencialidad y uniendo los aportes de otros grupos, de modo que puedan ser aprovechados y tratados como un “tesoro” que recoge múltiples saberes y, seguramente, valiosas propuestas.

 

  • Los gobiernos son claves para el desarrollo del diálogo, pueden ser animadores o, con talante autoritario, proceder a minar sus bases. Al ser animadores buscan a los actores para el diálogo, ofrecen espacios, están dispuestos a escuchar, ofrecen garantías para permitir la libertad de expresión y de asociación para el progreso. 
  • Cuando las diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva, establecen una metodología para operar, disponen de un tiempo regular de funcionamiento y de una escenografía para exponer con atención y rigor los temas que ocupan el interés de las partes. Adicionalmente, los resultados son respetados y se cumplen los acuerdos.


Desde una perspectiva Pastoral, el diálogo es el camino seguro en la construcción de paz, permite la vivencia de la fraternidad pedida por Jesús: “que todos sean uno”. Es allí donde se vive la experiencia de Jesús, pues corresponde a la promesa que realizó: “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre yo estaré allí en medio de ellos”.

Todos los planes Pastorales, en los diferentes niveles de la Iglesia y con otras organizaciones civiles, deben tener como base el diálogo porque este exige igualdad. Y, para alcanzar esto, necesitamos reconocernos como hijos del mismo Padre.  

Ser constructores del cambio que exigen nuestras realidades sociales, hoy, implica hacerlo con otros, con todos; esto, a la vez, favorece la solidaridad y, por supuesto, la reconstrucción del tejido social.


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Ingrid Cuervo

Profesora Universitaria en Unimonserrate-2021.

Como docente de formación, en el ejercicio de la profesión que me eligió, he tenido la posibilidad de participar en procesos educativos que han superado las aulas, y en los que la diversidad de actores se convierte -en ocasiones- en diversidad de formas de ser, estar, ver y vivir, que suelen verse contrapuestas, contradictorias y hasta irreconciliables. Por ejemplo, a propósito de un proyecto con el Ministerio de Educación Nacional en el que pude viajar a lugares de la Colombia profunda para concertar con estudiantes, padres y madres de familia, docentes, rectores, secretarios de educación y empleadores de niños, niñas y adolescentes, estrategias para mitigar la deserción escolar. Este proceso lo leímos en el contexto del derecho a educarse y la necesidad de que estos menores trabajaran en algunos oficios (como la recolección de café) para obtener recursos para la supervivencia familiar. 

De manera más reciente, he tenido la posibilidad de acompañar procesos de reflexión y formación con jóvenes de lo que se ha denominado la Primera Línea (en adelante PL), y escuchar sus demandas ha sido la posibilidad para ponerle rostro a esas estadísticas de las que cotidianamente reflexionamos en las aulas de clase con los estudiantes de la universidad. 

Los y las jóvenes, que fueron uno de los sectores más activos en el estallido social, son una de las poblaciones más afectadas por la desocupación y la pobreza. De hecho, una de las demandas más recurrentes de las y los jóvenes de las PL está relacionada con el trabajo. Según el DANE, entre abril y junio de 2021, la tasa de desempleo juvenil se ubicó en 23,3 % (frente a la tasa nacional de 14%), demostrando que hay una vulnerabilidad especial y una demanda de intervención para corregir las disfuncionalidades del acceso al empleo de esta población.

Sin embargo, la demanda por un trabajo digno no es la única. En el momento del ciclo vital en el que las personas de la PL se encuentran, las expectativas están volcadas en educarse, pero las posibilidades de obtener educación superior decrecen en tanto que las universidades públicas no cuentan con suficiente inversión estatal para ampliar cupos, y el ingreso a universidades privadas apenas es un sueño para algunos. Siendo juventud NiNi (que ni estudia ni trabaja), pasaron de ser considerados juventud esperanza a ser juventud en riesgo

En los diferentes escenarios de diálogo nacional que han existido para debatir estos asuntos, o los de reformas fiscales, o en el marco del mismo Paro Nacional, los jóvenes se han visto subrepresentados; han tenido la sensación de que agremiaciones, partidos políticos y sindicatos no los representan, es decir, han perdido la fe en que las respuestas a sus demandas puedan venir de la democracia representativa. Por ello, señalan que la única forma para hacerse sentir, escuchar y respetar es la protesta social, y que, por esa vía, obtienen respuestas frente a sus demandas.

Han recurrido a acciones con alta carga simbólica como cambiar el nombre a sus puntos de encuentro, por ejemplo, de Portal Américas a Portal Resistencia, o Avenida Misak en lugar de Avenida Jiménez; escribir en las fachadas de algunos lugares “6.402 héroes” o el interrogante “¿quién dio la orden?” (para referirse a los asesinatos cometidos por el Ejército durante el Gobierno Uribe); pintar o portar la bandera de Colombia con el rojo arriba para que no se olvide la masacre. También, se han expresado por medio de performances, asambleas populares, ollas comunitarias, bloqueos, acciones que hacen parte del repertorio para dejar de ser ignorados.

Manifestantes y fuerzas militares se ven mutuamente como “el otro” que atenta contra “nosotros”, es decir, a través de la agresión han negado la posibilidad de que el otro pueda coexistir legítimamente con nosotros, pues, su sola existencia ataca la del nosotros, en tanto que niega los fundamentos de sus pensamientos, y no solo los criterios lógicos desde los cuales entienden el mundo que nos rodea. 

El otro ha aparecido como un otro equivocado, incapaz de ver la verdad de las cosas con objetividad, por lo que se ha intentado convencer a ese Otro de la verdad de nuestras ideas por medio de argumentos objetivos, o se ha negado y justificado la agresión en contra suya. Casi que se ha establecido una dinámica en el que la ganancia de uno significa la pérdida del otro.

Y frente a ello, el punto está en (re)descubrir que “en el mundo todo está conectado -como dicen los paradigmas de la complejidad-. Conversar, en su raíz latina, conversāre, está constituida por el prefijo “con” -de reunión- y “versare” –de girar, dar vueltas y transformarse-, es decir, conversar es la acción y efecto de reunirse a dar la vuelta. Y, a lo que se tiene que dar la vuelta es a esa comprensión del otro como diferente a nosotros, y con el que no hay posibilidad de conciliación o en el que es preciso imponer nuestra manera de ver, sentir y estar en el mundo.

Generar procesos de diálogo social no resulta tarea fácil en tanto que es necesario fortalecer espacios deliberativos comunitarios, consolidar propuestas de construcción democrática desde abajo, recuperar la confianza, en medio de una compleja crisis social y económica. Ante el dolor colectivo (por asesinados y heridos), se hace necesario reconocer la grave situación de derechos humanos, avanzar en el esclarecimiento de lo ocurrido, construir garantías para la protesta social y el diálogo, y humanizar (o desestigmatizar) ambas partes como primer momento para acercarlas y generar las condiciones para otros diálogos.

Allí, los abordajes de la complejidad -académicamente hablando- pueden aportar a los espacios de diálogo social al invitarnos a tomar como punto de partida la trama vincular, en la que no existe ninguna entidad elemental -individuos, comunidades- disociada, sino que la naturaleza es una eterna danza de intercambios; y, por tanto, los otros no nos son ajenos, sino que nos producen y los producimos en los encuentros. Comprender que no existe ningún método único para promover el diálogo, sino que existen infinidad de metodologías y otra infinidad por inventar, también se constituye en oportunidad al generar procesos de diálogo social.

En el lenguaje -dirían Maturana y Varela- podemos coordinar acciones, reconocer un legítimo otro -que puede coexistir, convivir, con nosotros-, aceptar su existencia -sin anularlo o negar su visión del mundo-, reflexionar y tejer nuevas conversaciones.


Referencias: 

DANE (2020) Panorama sociodemográfico de la juventud en Colombia.

Maturana, H., & Varela, F. (2009). El árbol del conocimiento: las bases biológicas del entendimiento humano. Editorial Universitaria.


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William Aguilera

Observatorio Ciudadano Juvenil- Bogotá 2021.
Asambleas, juntanzas y tejido. Aportes a la construcción programática de nuevo país

Desde el Observatorio Ciudadano Juvenil nos hemos preocupado por generar marcos de referencia sociales, políticos y técnicos que permitan dar un debate centrado y argumentado sobre las problemáticas que afectan a las juventudes, con un enfoque de justicia social e interseccionalidad. En ese sentido, participamos de manera activa en la estructuración de la asamblea local de Ciudad Bolívar, que nace en mayo del 2021 como máxima expresión de construcción y articulación en la localidad. Desde allí, y en un ejercicio de reconocimiento con otros procesos asamblearios y organizativos de la localidad, aportamos a la construcción propositiva de la Asamblea Comunitaria Bakatá Sabana, que emerge de la convergencia de la minga social y comunitaria por el cuidado de la vida y algunos procesos de Primera Línea.

La asamblea logra generar unos frentes de discusión y análisis consolidados, inicialmente, en 11 mesas de trabajo: juventud, ambiente, salud, derechos humanos, ordenamiento territorial, género, desmilitarización de la vida y la sociedad, educación, Descriptores en Ciencias de la Salud (DECS), étnica, campesina y popular, y arte y cultura. A través de una metodología de marco lógico, mediada con estrategias de educación popular, se orientan las discusiones y se sistematizan, buscando componer un mandato popular colectivo desde cada palabra dicha y propuesta consignada. La síntesis de este ejercicio nos deja un imaginario colectivo que proclama que la crisis generada por los ricos de este país solo podía ser remediada por la organización, presión y determinación de la clase popular.

Así pues, el carácter de la misma asamblea, al igual que en la mayoría de las localidades para el caso de Bogotá, decantó en una serie de pliegos de exigencia de derechos basados en una apuesta de alcanzar unos mínimos sociales para superar la crisis en la que nos sumergió el gobierno actual, mientras se construye desde las bases una propuesta organizativa para ser gobierno en las calles, las veredas, las ciudades y el país; pues solo con la construcción de poder popular y social  se podrá transformar el Estado. 

La organización de estos escenarios, al igual que las movilizaciones en las calles, fue declinando al pasar los meses, obedeciendo a un panorama de tensiones variadas entre las que se encuentran las siguientes: por un lado, las acciones desmovilizadoras del Estado que, mediante contratos y acuerdos aislados, desmovilizaron sectores que se habían organizado de manera espontánea. Por otro lado, el nivel de maduración de las organizaciones emergentes, sumado a la incapacidad del movimiento social histórico de recoger las necesidades de las nuevas expresiones, generó una disociación pragmática que repercutió en la ruptura de espacios de juntanza e incluso asamblearios.

En la misma vía, el infantilismo de la izquierda tradicional y su necesidad por capitalizar los acumulados de la movilización social influyó en que se difuminara una figura central de concertación, negociación y/o exigencia del movimiento social. Esto se debió a que el Comité Nacional de Paro fue declarado como un órgano ilegitimo para la concertación, pero, por otro lado, la Asamblea Nacional Popular no logró definir una metodología apropiada para escalar el descontento social y articular este a una figura política que unificara las diferencias. 

Sin embargo, la ruta generada por los puntos de resistencia y escenarios asamblearios erigió la base de un programa en los territorios y permitió reconstruir un tejido social que era frágil o inexistente en algunas localidades. Es así como, luego de estas jornadas de movilización, aún siguen andando las juntanzas en el occidente de Bogotá, reuniendo procesos juveniles de las localidades de Engativá, Suba y Fontibón; en San Cristóbal aún se moviliza y organiza el “sur-oriente histórico”, la Juntanza de Techotiva se fortalece y en Ciudad Bolívar se proyecta un encuentro de organizaciones sociales. En todos estos procesos ha sido una constante que los grupos que participaron de las movilizaciones organizaron o apoyan listas para los consejos de juventud y se han sumado a campañas políticas con el fin de apostarle al cambio desde las vías democráticas. 

Es por esta razón que, pese a los flujos y reflujos que pueda tener el estallido que inició en el 2019 y tuvo uno de sus picos en el segundo trimestre del año, los escenarios de organización social y comunitaria como las asambleas, los encuentros o los espacios de diálogo alrededor de los puntos de resistencia son sumamente importantes, pues se consolidan como escenarios de construcción de apuestas políticas, reconfigurando las formas tradicionales de organización y proyectando algunas tesis sobre el país que se quiere. De la misma manera, son escenarios para el reconocimiento de los múltiples actores y de la gestación de nuevas formas de organización que, sin duda, aportaran a la maduración de la lucha social y política de los sectores excluidos en el país.  

No obstante, existen varios retos que debemos afrontar los jóvenes y la ciudadanía en general, entre los cuales están: superar los sectarismos, generar formas de organización y toma de decisiones menos dispersas que permitan la organización del bloque popular, madurar las discusiones políticas privilegiando los puntos en común y no las diferencias entre los sectores, generar procesos organizativos más locales que escalen al mediano plazo nuevos escenarios de orden distrital y nacional, con unas reivindicaciones más puntuales que estructuren una agenda social de transición.  Y, por último, el desarrollo de una estrategia de organización que proyecte los escenarios, genere las coyunturas y agudice las contradicciones sociales, siendo estas una posibilidad para la concertación de necesidades entre la clase popular.  

En relación al diálogo con el gobierno, es claro que la consigna política mas profunda de la movilización es contra el uribismo y que, mientras gobierne esta dictadura, habrá un conflicto con los sectores movilizados. Así pues, en un ejercicio de transición a otro gobierno, la llave del diálogo la tiene quien gobierna, pues mientras no se garanticen derechos básicos, sigan siendo asesinados líderes sociales y la respuesta a las demandas sea la violencia reaccionaria del Estado, existirá una respuesta proporcional que agudizará la situación. 

Hechas estas consideraciones, desde el Observatorio creemos que solo superaremos la situación actual si radicalizamos la democracia como forma de transición a otras formas de gobierno, dándole el poder al constituyente primario, haciendo incidente y vinculante la participación de los ciudadanos. Esto implica fortalecer la gobernanza y generar soluciones sociales que hagan del “diálogo para la amistad social” un marco metodológico en donde los actores presentes en el conflicto se escuchen, decanten ideas comunes y posibles para atender la agenda social no resuelta y hagan de estos planes, proyectos y programas que no solo cuenten con una destinación presupuestal clara (lo que implica reorientar rubros de los planes de desarrollo y tener esta agenda en mira para la construcción de los venideros), sino descentralizar el papel de la burocracia estatal y fortalecer la gestión social y comunitaria para el desarrollo endógeno y la generación del buen vivir.  


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Jhonatan Mueses

Cabildo Indígena de Ipiales-2021.
Por medio de la consulta previa se debe respetar nuestra cultura, nuestros usos, costumbres y derecho mayor, en síntesis, nuestra forma de vida.

Desde el Resguardo Indígena de Ipiales, nos hemos unido a la movilización social, principalmente, por la falta de generación de espacios para la consulta previa. En nuestro territorio, grandes empresarios tienen la intencionalidad de realizar megaproyectos que ponen en riesgo la vida del territorio y de nuestra población. 

A partir de las necesidades de los pueblos indígenas para salvaguardar los derechos y la vida, surgen herramientas jurídicas como la Constitución Política de 1991 y el Convenio 169 de la OIT, elementos que abren una solución por medio de la aplicación de la consulta previa como escenario de diálogo social y de concertación. 


Para nuestro caso puntual, la principal demanda que tenemos como autoridades del resguardo indígena de Ipiales es la instalación de consulta previa para el desarrollo del megaproyecto de doble calzada Pasto-Rumichaca. La dificultad más grande a la que nos enfrentamos es la evasión a esta herramienta por parte del Gobierno, entendido como: Ministerio del Interior, Ministerio de Transporte y Agencia Nacional de Infraestructura (ANI). 

Lo anterior es sumamente frustrante para nosotros, pues este megaproyecto tiene una serie de impactos ambientales, sociales, económicos y culturales en nuestro territorio. Necesitamos garantías en compensaciones, mitigaciones de los daños, reparaciones y, de ser necesario, una reubicación del proyecto para evitar afectaciones.  

Desde nuestra experiencia, hemos reconocido y entendido la importancia de los espacios de concertación como la consulta previa, pues permite brindar aportes e interacciones en los escenarios de diálogo particulares, respetando las garantías mínimas para satisfacer a las partes. A partir de lo anterior, el diálogo social es una vía válida para nosotros en la medida en que se realice con los soportes jurídicos y bases sólidas para evitar complicaciones en la intervención de proyectos. 

En las comunidades indígenas se formalizan los escenarios de diálogo a través de las mingas de pensamiento. En estas mingas todos aportan, todos construyen. Así las cosas, estos espacios de construcción de soluciones colectivas son el mecanismo validado y ratificado por los usos y costumbres para atender cualquier situación, puede ser de reflexión frente a aconteceres cotidianos o defensa de derechos que estén en riesgo de ser vulnerados.

En este espacio pedagógico generamos una integración de comunidad indígena, no indígena, empresarios, comerciantes, sindicatos, movimientos juveniles y expresiones artísticas. Por este medio, se busca que la comunidad se informe, por ejemplo, sobre el megaproyecto de doble calzada Pasto-Rumichaca para dar respuesta a la desinformación y señalamiento hacia comunidad indígena como opositora al desarrollo

El propiciar las mingas de pensamiento, sea con jóvenes o adultos, genera seguridad y permite confianzas mutuas. No hacerlo puede minar el desarrollo del diálogo social. Generalmente, en las comunidades indígenas siempre existirá una prevención frente a espacios de diálogo social en donde la contraparte sea un agente externo. Si, por algún motivo, la comunidad llega a percibir intenciones oscuras por parte de alguno de los actores del diálogo, el proceso entra en una etapa de crisis. En estos casos, no se pueden obtener buenos resultados. 

Si no hay confianza no se generan óptimos procesos de diálogo social. Establecer canales de comunicación directa y en el lugar favorece la interacción social. Reconocer que cada sector poblacional tiene particularidades en su forma de ver, pensar y resolver los problemas solo se puede lograr si existen los canales de comunicación adecuados. 

Retos y oportunidades al generar procesos de diálogo social

El principal reto, sobre todo para las instituciones gubernamentales, es demostrar que existe interés real en no afectar a las comunidades indígenas. Por ejemplo, en algunos escenarios de diálogo han existido pronunciamientos por parte del gobierno como: “los pueblos indígenas abusan de sus derechos”.

Utilizar un lenguaje de superioridad y buscar pormenorizar las manifestaciones y propuestas de solución de comunidades étnicas revive la historia de adoctrinamiento y dominación que estas han padecido. Eso trastoca las fibras más sensibles, las de violencia y destierro que vivieron los antepasados en la invasión española. Eso puede bloquear el diálogo. Tener la capacidad de comprender la cosmovisión de los pueblos originarios puede alumbrar caminos de resolución de conflictos. Además, no es conveniente ni aplicable creer que las definiciones conceptuales de bienestar o desarrollo pueden ser las mismas en toda la geografía nacional, aún menos si se trata de territorios indígenas.  

Si se logran consolidar espacios de diálogo en donde la confianza sea la bandera, pueden abrirse oportunidades de concertación. Se puede pasar de una minga de pensamiento a una minga de trabajo; se pasa de la palabra a la acción. Se crean estrategias para la materialización de un buen vivir pensado, sentido y accionado. 

El diálogo como herramienta de incidencia 

Sin duda, el diálogo será siempre la vía más favorable para pensar y construir soluciones. Sin embargo, se debe tener presente que la metodología, el cómo se desarrolle el diálogo, es el determinante del éxito o el fracaso del mismo. Por ejemplo, si se trata de un tema que es de interés de comunidades indígenas, siempre será fundamental concertar con la comunidad cuáles serán las condiciones bajo las que se adelantarán las conversaciones. No es lo mismo instalar una mesa convencional de diálogo que, por ejemplo, antes de iniciar una minga de pensamiento, hacer un ritual de armonización para que en el avance de las mesas de trabajo existan buenas energías y se piense sintiendo. Entonces, el diálogo tendrá una incidencia positiva si las partes están despojadas de toda mala pretensión



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Alejandra Martinez

Primera Línea de La Paila en el Norte del Valle-2021.

Hago parte de los procesos de Primera Línea en la Paila-Norte del Valle. A partir del Paro Nacional del 2021, en este corregimiento nos tomamos la vía Panamericana el 29 de abril. Durante nuestra movilización pacífica, habíamos dispuesto ollas, un compartir, y había niños, jóvenes y adultos mayores de la comunidad. Ese día llegaron personas de la fuerza pública con vehículos en contra vía agrediendo a la población y arrojando gases lacrimógenos. Esto tuvo como resultado que varios adultos mayores tuvieran complicaciones en su salud y las personas tuvieron la necesidad de protegerse de la misma fuerza pública -aquella que se supone proteger al pueblo-. 


Por mi lado, no tenía miedo, más bien sentía esa fuerza y valentía de Dios para proteger a mi comunidad. No era justo que la policía quisiera intervenir en un acto pacífico. A partir de esto, se tomó la decisión de generar un bloqueo con llantas en la vía Panamericana. Era la única forma en la que podíamos sentir tranquilidad y como nos sentíamos protegidos ante posibles abusos de autoridad. 


El día 30 de abril hubo un encuentro con la Alcaldía a partir de los hechos de violencia que se presentaron, y nos surgían dos grandes inquietudes: ¿por qué la fuerza pública llega a amedrentar a la población cuando se quieren propiciar espacios de diálogo? Y más aún, ¿por qué los garantes del pueblo no estaban en este espacio con la Alcaldía para llegar a aclaraciones y acuerdos? Este día, dentro de la comunidad de La Paila se generaron sentimientos de odio y preocupación hacia la institucionalidad y los canales de escucha para los sectores movilizados. 


Como consecuencia de las injusticias, el abuso de autoridad y la no disposición del diálogo, se conformó la Primera Línea con el fin de proteger al pueblo. Quiero aclarar que nuestra movilización no se trata de la agresión hacia personas de la fuerza pública, entendida como ESMAD o policía, se trata más bien de la generación de barreras de protección sin entrar en su mismo discurso violento. 


De acuerdo con mi experiencia, muchas de las personas que conforman la Primera Línea son personas con resentimientos y odios, no solo hacia la institucionalidad, sino también en sus esferas más privadas. Mi rol aquí es realizar pedagogía, estar al servicio y buscar soluciones a estas circunstancias y sentimientos que no han sido resueltos por muchos de los integrantes. Parto del hecho de que tenemos que ser rebeldes cuerdos, y antes de sentir empatía con el país tenemos que empezar a sentir empatía con nosotros mismos y con el pueblo. Es decir, haciendo cambios de adentro hacia afuera. 


Nuestras principales demandas son las oportunidades educativas y laborales. Buscamos que haya inversión en becas, capacitaciones y emprendimientos para que, como jóvenes y comunidad, podamos sentirnos parte de la sociedad. 


Como Primera Línea buscamos un diálogo práctico y productivo, y nos hemos manifestado de distintas formas, haciendo, por ejemplo, una obra de teatro que mostró la muerte de Lucas Villa, haciendo actividades culturales con los niños, velatones, puestas musicales y ollas comunitarias. Estos espacios no solo eran una expresión de inconformidades e injusticias, también resultaron siendo espacios de encuentro y vías de respuesta para las personas que estaban pasando por necesidades en el marco de la pandemia. 


Desde el servicio, he logrado encontrar un rol fundamental en los esfuerzos colectivos, he comprendido que quien no vive para servir no sirve para vivir, y, desde la empatía y sensibilidad que siento, me enorgullece la cara de satisfacción y alegría de las personas a las que he podido servir en distintos espacios, bien sea de escucha, culturales o de manifestaciones.  


En estos escenarios de congregación y expresión hemos abierto espacios de diálogo que, fundamentalmente, buscan escuchar las necesidades de cada corregimiento o municipio y encontrar soluciones a esas necesidades. Hay muchas Primeras Líneas que se oponen a participar en estos espacios de diálogo. Si queremos soluciones, tenemos que sentarnos con los diversos actores sociales y los tomadores de decisiones. 


No se trata de hacer reuniones por hacerlas, o de dialogar por dialogar. El diálogo tiene que ser práctico, como desde los Cabildos Indígenas nos han enseñado: llevar las palabras a la acción.

  

El proceso de organización comunitaria es una oportunidad de aprendizaje, somos nosotros quienes decidimos cómo nos transformamos con las situaciones que vivimos, y si queremos que nos escuchen tendremos que ocupar espacios de diálogo con actores fundamentales para la incidencia.


El trabajo en conjunto con el proyecto Diálogo Social, de la Pastoral Social, no ha permitido comprender la importancia de generar espacios de escucha y encuentro con diversos actores sociales para llegar a acuerdos y consensos. Hemos entendido que desde el servicio y el liderazgo podemos generar espacios de organización sólida con nuestras comunidades que permitan conocernos, escucharnos a nosotros mismos y generar resiliencia siempre desde cada uno, para generar espacios de diálogo y paz con los demás.


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Yesid Idrobo

Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali-2021.
Palabras cosidas, para agendas comunes

En agosto, arrancó en Puerto Resistencia la ruta Cali Tejiendo por la vida, una travesía que pasó también por Siloé y que, en un recorrido por cinco puntos de concertación y movilización, busca movilizar un diálogo social que logre recolectar 500 retazos en los que queden reflejadas las apuestas comunitarias, colectivas y territoriales para construir una agenda de incidencia política.

Tejer vida desde el encuentro, donde las palabras y las voces de la comunidad, y las expresiones colectivas son las protagonistas para remendar o fortalecer los vínculos entre las ciudadanías y vecindarios aledaños a los lugares donde se desarrollaron puntos de concentración durante el paro nacional; Puerto Resistencia, Paso del Aguante, Meléndez, Siloé y Portada al Mar son algunos de ellos.

Los diálogos por los cinco puntos son una apuesta por generar espacios reparadores que promuevan sentidos de apropiación sobre el entorno que se habita, y reconocer las múltiples iniciativas de desarrollo local que en las esquinas tienen lugar.

De retazo en retazo y puntada en puntada, se han hilado las palabras que hacen posible la construcción de confianzas, el encuentro común en apuestas colectivas por la no violencia, el trabajo por los derechos humanos, la memoria, la verdad y la justicia como caminos hacia la reconciliación; todas, tareas urgentes en una ciudad aturdida aún por el estallido, una ciudad descosida.

Una de esas voces con la que se tuvo la oportunidad de intercambiar visiones es la de Freddy Carvajal, gestor cultural en la comuna 16. De acuerdo a su mirada, “esto que estamos haciendo tiene como propósito juntar a toda una comunidad alrededor de espacios de construcción, de diálogo, de conversa, con el propósito de encontrar esas formas que nos identifican, que nos unen, dejando a un lado todas esas dificultades, esos problemas y esos choques que se han presentado; no para desconocerlos, sino porque tenemos que ser más propositivos”.

Con el dolor que ese momento ha significado en nuestras vidas, trastocadas aún por los efectos del estallido social, se han ido ya seis meses desde que las ciudadanías se tomaron las calles, indignadas por la insensatez de la reforma tributaria que hizo detonar el acumulado de las injusticias; hoy, los esfuerzos por parte de liderazgos, iniciativas sociales, comunitarias, expresiones colectivas, están encaminados en la búsqueda de estrategias para la reparación del vínculo social entre actores de la sociedad civil y las instituciones, así como en ofrecer consuelo a todas las personas que vieron fracturados sus entornos por hechos violentos en el marco de las jornadas de protesta. Es en esa realidad que el diálogo social se plantea como punto de partida para la búsqueda de soluciones a las necesidades urgentes y a las deudas históricas aún sin resolver que siguen inflando las condiciones para nuevos detonantes sociales.

¿Qué nos está pasando? ¿En torno a qué podemos acordar? ¿Qué podemos transformar? ¿Cómo puedo contribuir?, esas son las preguntas que en los encuentros van provocando la conversación mientras se cose como parte de un ejercicio pedagógico que, a partir del tradicional trabajo de costura, en el que se hace escucha atenta, propone encontrar respuestas en la sabiduría de las ciudadanías; respuestas que desde los territorios aporten para remendar todo aquello que descose.

En esa realidad, expresa una de las lideresas que ha participado de los espacios de costura y diálogo, “lo más importante es que se está construyendo desde el territorio. Aquí no se está hablando de personas de afuera, del exterior, que desconocen totalmente las realidades del territorio, sino que es desde el mismo territorio que se está pensando esta construcción de esta agenda, escuchando a la otra persona, que esa voz empiece a empoderarse”.

Se espera que, al finalizar la ruta Cali Tejiendo por la Vida, los pensamientos y sentires de la comunidad queden consignados en 500 retazos que darán forma a una colcha de 10 metros cuadrados. Dicho tejido servirá como insumo para construir acciones de incidencia social y política que contribuyan al desarrollo local y fortalecimiento de la participación y la democracia.

Más que acciones, tejer vida con el vecindario, a través del diálogo y la concertación, pretende generar procesos de largo y mediano plazo que convoquen la mayor diversidad de manifestaciones colectivas surgidas o fortalecidas en medio del paro nacional, para que desde una conversación amplia se dé apertura a diferentes voces que logren plantear una agenda común que recoja las diversas visiones, enfoques y necesidades nacidas en los territorios.


Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta. (Papa Francisco, Fratelli Tutti - Cap. 6)